lunes, 11 de abril de 2011

Máscaras Mexicanas

A conitinuación les presentaremos el análisis del segundo capítulo del libro "Laberinto de la Soledad".

El mexicano no existe por que se lo impide, se niega ese derecho concedido en su naturaleza humana, el mismo se encarga de encerrarse en la infranqueable muralla de su propia intimidad, aquí bien nos es empleado el termino de “rajarse” que llanamente se traduce en abrirse a los demás, no hay cabida para la vulnerabilidad del macho y en la mujer es sentenciado por ridícula regla genética.


Se encierra en su cuerpo, ese cuerpo que el mexicano disfruta, no se trata de un trasporte del alma, el mexicano es cuerpo, lo mueve, lo cuida, lo baila, lo idealiza y hace a los dioses merecedores del cuerpo, lo deidifica y a la vez también sufre del, por que significa vulnerabilidad, se siente acechado por la mirada de sus congeneres, lo oculta pues siente que esas miradas penetran su intimidad tan celosamente guardada por que el cuerpo no guarda este preciado tesoro, si no que la descubre y que para salvaguardarlo se creo el pudor que actúa como defensa, he aquí la razón del por que la virtud mas admirada en el mexicano es el recato.

Ahora bien, mencionando cuestión de pudor miremos a la mujer mexicana, la mujer mexicana se convierte en un misterio, algo así como un mito inalcanzable, pasiva, misteriosa, pudorosa, creadora y destructora, pero estas es la cuestión que ven LOS mexicanos, pero ¿y la mujer? La mujer simplemente no es ella, es un objeto al que se le puede atribuir, más no que se atribuya a ella misma, pasa a ser un objeto de contemplación, débil de carácter por ser sentimental y por tener un sexo distinto, por entregarse sin contemplaciones, por que pierde su intimidad al ofrecerse a otros con el sentimentalismo femenino. La mujer pues no tiene la capacidad de moverse, si previamente no la han movido, y no tiene esta capacidad por que se la han negado, se le a educado para ser como aquellas estatuillas que pasivas y misericordiosas nos miran al entrar en los templos impávidas y con una sola expresión en el rostro que a la vez nos intimidan y nos dan lastima. esta es una verdadera actitud mediocre.

El mexicano no cubre con luto al amor sexual y lo asume con personalidad, no ve a la mujer como pecadora. Las norteamericanas, por el contrario, niega u oculta parte de su cuerpo, son inmorales y pierde su espontaneidad, la mexicana duerme y no tiene voluntad su cuerpo despierta si alguien lo hace. Las norteamericanas desean atraer la atención de los hombres con el movimiento de su cuerpo. La mexicana es quien da la estabilidad en una pareja, quien aportará la dulzura y el seguimiento de la raza.

Es tratada con respeto por todos y también es “rajada”, expuesta a toda clase de peligros a los cuales no la puede salvar el hombre: es la mujer sufrida, sufrimiento que la vuelve invulnerable igual que el hombre y es el que esconde su ser y su vergüenza en la mujer, las culpa porque sus atributos la dejan ser abierta. Otra parte importante es que se tolera al homosexualismo pero no al heterosexualismo, nos escondemos tras mascaras que nos hacen improvisar y nos llevan de mentira en mentira, nos ninguneamos; tal cosa tiene un gran valor. Don ninguno es muy poderoso en nuestras vidas y aunque parece no ser nadie, es la mayor máscara que tenemos, disimula nuestro existir y el de los demás puede llegar a ahogarnos o desaparecernos.

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